Lagunas en la Cordillera Blanca: 69, 513, Rajucolta, Parón, Artesonraju, Llaca
Zafiro, topacio, aguamarina, jade, turmalina, ágata... sí, piedras preciosas, diamantes de colores.✨ Cuando el cielo está despejado y el sol las irradia, las lagunas de la Cordillera Blanca, varias de ellas particularmente, muestran unos resplandecientes e intensos colores azules, turquesas, celestes, que, a través de miles de pequeñas ondas en el agua que agita Wayra (madre de los vientos en la mitología incaica), literalmente brillan como si contuvieran miles de diamantes vibrantes, bajo impresionantes apus de hielo fulgurante que las custodian. La Cordillera Blanca, contenida en el Parque Nacional Huascarán (el cual fue declarado por la UNESCO Reserva de Biosfera en 1977 y Patrimonio Natural de la Humanidad en 1985), nos ofrece más de 400 lagunas, casi todas de origen glaciar, que son espacios de belleza y vida. Yo solo puedo contemplar algunas dentro de mis posibilidades, y recuento en este largo artículo desde mis visitas más antiguas a las más recientes, con sus respectivos mapas, hasta el momento. Al final como siempre pongo a disposición las galerías completas de cada ruta.
Laguna 69 (2019, 2023)
El nombre se debe a que se desconoce su toponimia, y 69 es el número que le corresponde en el inventario de lagunas elaborado originalmente por Electroperú. Es sencillo atestiguar esta belleza de zafiro y jade a 4600 m, mundialmente admirada (e incomparable ruta de aclimatación a la altura): arribar a Yungay lo más temprano que se pueda, tomar un transporte colectivo a Yanama, bajarse en Cebollapampa, y lo demás es dejarse arrebatar por una obra de arte natural. Para conocerla, en 2019, me llevé a mi brujita, porque estas experiencias compartidas con quien amas, particularmente si tiene una sensibilidad profunda por la naturaleza, cobran un sentido diferente a cuando estoy en solitario. Igual vamos por nuestra cuenta, no con tour. Las anécdotas: en la subida final antes de llegar a la laguna, mi bruxa quiso rendirse... pero allí estuvimos finalmente, solo que con tiempo escaso para descender y encontrar movilidad en Cebollapampa; en la laguna, un guía turístico creyó por error que veníamos retrasados en su grupo, así que amablemente nos esperó (luego se dio cuenta que no veníamos con él). Fue cuestión de acelerar el paso.
Laguna 69, en 2019.
Laguna 69. Con mi bruxa en 2019.
Laguna 69 de zafiro y diamantes: la alucinante cascada de hielo que cae del Nevado Chacraraju.
Se escucha la voz de un guía que pensó veníamos con él.
El errante esporádico volvió a materializarse aquí en junio 2023, esta vez para pasar una noche en la laguna. Anécdotas: llegué alrededor de las 3:30 de la tarde a la Laguna 69, habiendo dejado atrás a los últimos turistas (normalmente los tours se retiran entre 1 y 2 p.m.), y encontrándome completamente solo. Empiezo a instalar mi vivac, sin carpa, bajo un cielo completamente despejado, cuando de repente veo un par de excursionistas llegando. Luego llegan dos más. Estoy un poco escondido hacia la izquierda del punto "turístico" de observación de la laguna, así que, cuando logran verme, se acercan porque, supongo que igual que me pasa a mi, sorprende encontrar gente aquí a las 5 de la tarde. Se me acercan un estadounidense y un holandés, y son ellos los sorprendidos por descubrir a un peruano haciendo vivac sin carpa ni cocina aquí. Yo no puedo sentirme más orgulloso. Me explican que son cuatro en total, de diferentes nacionalidades, que obviamente pasarán también la noche. Jake, el estadounidense, habla suficiente español como yo inglés, así que fluye una emocionante charla sobre nuestras aventuras. Llega el crepúsculo, el duro frío, y cada uno debe irse a su instalación para abrigarse. Desde mi bolsa de dormir contemplaré innumerables estrellas, veré moverse la Vía Láctea, y varias estrellas fugases que me dejan atónito porque puedo distinguir su vibrante cola incandescente. 😲 No sé qué hice para merecer tanto. Al amanecer me despido de los extranjeros, puesto que yo debo avanzar más temprano para encontrarme con mi bruxa en Cebollapampa (hicimos una división: yo me iba a la Laguna 69 y ella a Chavín, para luego encontranos en la Quebrada Demanda... finalmente caminamos hasta la Laguna Chinancocha). A la siguiente semana yo volvería a Huaraz para visitar Antacocha (lo publicaré después), y me encontraría casualmente con Jake, que permaneció ahí porque se embarcaría en nuevas expediciones. Le acompañé a Andean Kingdom, donde le recomendé comprar un mapa (que me hubiera gustado adquirirlo yo, pero ya lo tengo en versión digital), y hablamos de encontrarnos en Lima antes que se vaya del Perú, mientras le aconsejo probar la trucha rellena de queso andino y jamón de la región del Restaurante El Fogón (plato que para mi es casi un ritual cuando termino una ruta). ¡Así es la Cordillera Blanca!
2023. El inicio de la ruta hacia la Laguna 69, la Quebrada Demanda, es un paseo como ningún otro, teniendo detrás a los nevados Huascarán, el techo del Perú.
2023. Empezando la primera subida, asoman el Pisco a la izquierda, y el Chacraraju a la derecha.
Laguna 69, año 2023.
Vivac Laguna 69. 6:03 p.m., 2023.
Foto izquierda: Venus y Luna sobre el Nevado Pisco, 7:02 p.m. Foto derecha: la Vía Láctea, 3:02 a.m., 2023.
Descendiendo de la Laguna 69: izquierda Chopicalqui y derecha Huascarán. 2023.
Finalmente, habiéndome encontrado con mi bruxa en la Quebrada Demanda, seguimos bajando hasta la Laguna Chinancocha. 2023.
Laguna 513 (2020)
Me quedé sin trabajo apenas terminando 2019, así que me propuse descansar un par de meses de la horrible y estresante rutina de la oficina, ¿cómo? pues yendo a las montañas, hasta ubicarme en un nuevo trabajo. Y antes que Perú entre en inamovilidad por la pandemia del covid-19, en marzo 2020, por suerte pude darme tres escapadas a la Cordillera Blanca (Laguna Parón, Laguna 513, y Laguna Rajucolta), sin que me importe que es época de lluvia entre enero y marzo (nunca había ido a la Cordillera Blanca en lluvias, excepto por una escapadita en marzo 2018, por mi cumpleaños, con mi bruxa). La preparatoria fue una vueltita por la Cordillera Huaytapallana (Junín), empezando enero. A la siguiente semana enrumbé a Carhuaz, y de ahí en movilidad privada ida y vuelta para el mismo día (que busqué en la misma Plaza de Armas, y si no recuerdo mal, el costo fue S/ 250) hasta/desde Shonquilpampa (ubicación en Google Maps), en la Quebrada Hualcán. A diferencia de otras como Quilcayhuanca o Santa Cruz, esa quebrada es bastante corta, pero de pendiente muy pronunciada. Pienso que debería pasar una noche en la fabulosa Laguna 513 (cuyo nombre, al igual que Laguna 69, correspondería al desconocimiento de su toponimia), para no andar con el tiempo ajustado, y poder acercarme a la lengua glaciar que está sobre ella. Pendiente volver entonces.
Impresionate Quebrada Hualcán bajo el nevado homónimo (6125 m), con los primeros rayos de sol.
Mirando hacia abajo a media subida: al fondo esa planicie verde es Shonquilpampa.
Laguna 513, 4431 m.
Laguna Cochca, que está hacia la derecha la 513, 4540 m.
A las 5 de la tarde, bajando a paso ligero, una vista hacia abajo: Laguna Rajupáquinan.
También a las 5 de la tarde, recién se despeja el Nevado Hualcán (6125 m). Imposible no llevármelo en foto.
Última vista a la Quebrada Hualcán.
Laguna Rajucolta (2020)
Seguía disfrutando Seguía disfrutando de mi dichoso desempleo en el verano de 2020: entre quincena de enero y fines de febrero visité con mi bruxa la Laguna Parón (que ella no conocía), el Cañón de Los Perdidos y las Islas Ballestas (en Ica, también con mi hija), Chankillo (Ancash), y coroné por quinta vez el San Andrés en el sector Ticlio (Junín). Con todo el ímpetu, me lancé a la Laguna Rajucolta terminando febrero, que lamentablemente sería la última salida posible, porque luego en marzo comenzaría el largo encierro debido a la pandemia (que golpearía muy fuerte al Perú, dada la ineficiencia del sistema). Nuevamente en Huaraz, tomo un taxi ida y vuelta (S/ 300, pagando solo la mitad al dejarme, y cancelando la otra mitad al recojo), pasando por Macashca, hasta la entrada de la Quebrada Rajucolta. La carretera tiene tan mal estado que no parece serlo, sino el cauce de un río (en realidad el trazo de la carretera llega hasta el puesto de control del nivel de agua de la laguna, pero no recibe mantenimiento), y el taxista da signos de arrepentirse, así que, al llegar a una tranquera (ubicación en Google Maps) antes del punto previsto, no pudo (ni quiso) continuar. Pero debe regresar para recogerme en este mismo punto a las 5 p.m., según coordinamos... Las cosas serían un tanto diferentes a esta planificación, así que la historia será larga.
Así me recibió la Quebrada Rajucolta, con el Huantsán (6395 m) al fondo abriéndome sus brazos.
Por si fuera poco, el Huantsán me anuncia con un arcoíris que estoy próximo a la Laguna Rajucolta.
Laguna Rajucolta (4280 m). Quiero llegar hasta la lengua glaciar negruzca que se observa al fondo.
Llegué al otro extremo de la laguna, a campo traviesa, para poder ver de cerca el glaciar del Huantsán. Sin embargo el clima tenía otros planes, y me lanzó una tormenta de granizo que en cuestión de minutos convirtió las grande rocas lustrosas, típicamente inmediatas a un glaciar, en peligrosos toboganes resbaladizos. Por eso puede ser complicado venir entre enero y marzo a los Andes, particularmente si no estás en un sendero, y lo que pisas es roca lustrosa debajo de un glaciar. Quedé atrapado sin tener claro qué hacer, mejor dicho dónde pisar, sobre unos enormes bloques de roca muy inclinada e inundada de agua que llevaban directamente a la laguna (y no sé nadar, fuera de que es agua helada). Tuve mucha suerte, más que técnica (y no hay técnica ni calzado especial que impida resbalarse, salvo que estés asegurado con cuerdas y anclajes, pero no era mi caso). Aunque luego lo celebré como una experiencia extrema y deliciosamente aterradora (estuve al borde del llanto por la desesperación), el resultado es que esto me costó valioso tiempo...
El negruzco glaciar oeste del Huantsán, en el punto en que toca la Laguna Rajucolta.
Consecuencias: llegué al punto de recojo, eran 6:10 p.m., pero no había taxi. Nadie ni nada. 😱 Siempre me quedé con la idea de que el taxista nunca fue a recogerme, aunque habíamos quedado a las 5:00 p.m. Pues bien, no traje la bolsa de dormir (y no uso carpa), y tampoco traje abrigo extra como para pasar una noche a la intemperie a 4000 metros de altura. No me queda más que caminar con los pies helados hasta, quizás, Macashca, y con suerte encontrar alojamiento o algo así. En realidad es un pueblo muy pequeño, y al pasar en la mañana no vi alojamientos. Es las 9 p.m. y sigo caminando, en realidad casi sin parar desde las 7:00 a.m. Tengo los pies maltratados, y se me ocurre que, como ya estoy rodeado de sembríos y árboles, pueda dormir entre la maleza, un tanto abrigado. El problema es que la maleza está repleta de arañas. 🕷️ Así que tengo que seguir caminando. 🤷♂️
Sigo bajando y ya es recurrente ver luces de casas (pero nada que sea algo como una posada ni un restaurante). Me crucé con una pareja mayor. Me dijeron que venían de un velorio, y yo les expliqué mi insólita situación, allí, al pie de la Cordillera Blanca, rondando las 10 de la noche, solo. Pero como los apus en realidad me cuidan, a pesar de castigarme con tormentas y sustos, los señores se compadecieron de mi. Me explicaron, para empezar, que en Macashca no hay alojamiento, y mucho menos transporte público ni privado a esa hora para ir a Huaraz, así que me ofrecieron su casa para pasar la noche. ¡Así es la aventura! Y hay una historia dentro de esta historia: me contaron que su hijo, que tendría aproximadamente mi edad, estaba estudiando lejos, y que su cuarto había quedado vacío. Percibí una tristeza, quizás cierta queja de abandono, y al parecer les hice recordar a su hijo. Andando les iba narrando mis peripecias por aquí y por allá, puesto que, a pesar del fuerte dolor en los pies, yo me sentía renovado con esta feliz casualidad...
Como a las 11 de la noche llegamos juntos a Macashca, cuyo medio centenar de casas que la conforman estaba en total silencio. Yo había supuesto que, como última alternativa, dormiría en la calle, y esto le pareció inaceptable a los ancianos padres de un hijo ausente. Tuve un techo y una cama para dormir. Muy temprano, deshaciéndome en agradecimientos a la pareja tan hospitalaria (incluso no quisieron aceptar pago alguno), y esperando que pronto puedan volver a ver a su hijo, yo seguí mi rumbo. Como nos cruzamos, nos separamos. Así fue esta experiencia en Rajucolta, de lo crudamente natural a lo profundamente humano.
Laguna Parón (2014, 2020, 2022)
Al parecer su nombre deriva de varón, "laguna varón", llamada así por su enorme tamaño. Aunque en 2025 ya es un clásico del turismo masivo, en 2014, cuando por fin la conocí luego de verla en tantas revistas de viajes, aún no habían salidas turísticas desde Huaraz (y en la misma Laguna Parón aún no estaba habilitado el mirador, como tampoco existía la ruta a la laguna congelada). En 2015 publiqué la entrada de ese primer contacto con esta joya que, simplemente, es una de las lagunas más impresionantes de la Cordillera Blanca (yo diría que paisajísticamente supera a la archifamosa Llanganuco). En 2020 regresé bien acompañado en plan romántico de pareja, y en 2022 nuevamente, pero esta vez llegando hasta la laguna congelada.
Del 2014 traigo esta foto. Me custodian Pirámide (5885 m) y Chacraraju Oeste (6112 m).
2020: cuando subimos al mirador estaba nublado... luego los apus nevados nos dieron un espectáculo.
2020, 2:27 p.m.: las joyas de hielo nos permiten capturarlas antes de irnos.
2020. Laguna Parón y Huandoy Norte (6395 m).
2022. Laguna Parón.
Turquesa Parón.
Laguna congelada del Artesonraju (2022)
Como decía, en 2022 regresé a la Laguna Parón, y continuando por la Laguna Artesoncocha, subí a la llamada "laguna congelada de Caraz", con el plan de pernoctar. Yo la considero Laguna Artesonraju, porque se ubica directamente debajo del Nevado Artesonraju. Se forma del derretimiento de la lengua glaciar proveniente de tres nevados: Artesonraju, Paria, y Pirámide. Actualmente el agua que alimenta a la Laguna Artesoncocha (y a la Laguna Parón, y que finalmente desciende hasta Caraz y el río Santa) proviene de esta laguna, cuya superficie aumenta progresivamente y, por lo menos en julio 2022, en efecto está congelada (y debajo es líquida, por lo que no es buena idea pisarla). Sobre la superficie flotan, aunque parecen estáticos, porciones de seracs del glaciar mencionado. ❄️ El sitio es un concierto de sutiles crujidos y ruidos bajos y retumbantes producidos por la inestabilidad de la superficie congelada, y el movimiento por encima y debajo del agua de los bloques de hielo derritiéndose. En pocas palabras, es un impresionante espectáculo, que paradójicamente trata de la lenta muerte de un glaciar. La noche, que la pasé antes de llegar a esta fascinante laguna, me regaló muchos avistamientos de meteoritos ☄️ y fue la primera vez que pude observar claramente sus colas incandescentes vibrando. ¡En el día hielo y en la noche fuego! Como para no creerlo. 😱
Artesonraju 6025 m.
Parte de la Laguna Artesoncocha vista desde la subida a la laguna congelada: al fondo se levantan Pisco Norte (5700 m) y Huandoy Norte (6395 m).
Desde el punto de vivac.
Izquierda: Huandoy Norte (6395 m), derecha: Chacraraju Oeste (6112 m). 6:25 p.m.
Buenos días. 6:40 a.m. Al fondo Huandoy Norte.
Laguna congelada: Nevado Artesonraju (6025 m), y a la derecha su lengua glaciar.
Laguna congelada Artesonraju.
Laguna congelada del Artesonraju: nótese que la lengua glaciar que la alimenta proviene de estas tres montañas.
Laguna Llaca (2024)
¡19 años después! 😱 Retrocediendo en el tiempo, en 2005 intenté esta ruta, pero no la completé porque empecé en Pitec (lo que innecesariamente duplica la distancia y el tiempo de caminata), y la aventura del interminable retorno durante la noche desde Llaca hasta Marián, la he narrado en una entrada anterior. Aquella vez tomé transporte público, y por entonces lo más "cercano" que te podía dejar, era precisamente en Pitec. A mi retorno en 2024, contraté una movilidad privada (taxi), y, aunque la carretera (en muy mal estado) llega hasta el Refugio Llaca a menos de 1 km de la laguna, una reja cerrada en la entrada de la Quebrada Llaca (del Parque Nacional Huascarán, aunque no cobran entrada) impidió continuar en auto. Bueno, más caminata, más interesante.
Una ruta sencilla, con los imponentes nevados Ocshapalca y Ranrapalca como telón de fondo en todo momento, que guarda como recompensa final la observación directa de la dinámica glaciar en las porciones posteriores de la Laguna Llaca, donde precisamente se origina del deshielo del glaciar que desciende del Ranrapalca. Durante el trayecto hacia esta zona, encontré a algunos estudiantes de ingeniería ambiental que realizaban análisis biológicos del agua de la Laguna Llaca: resulta que está contaminada de bacterias, y no es apta para el consumo humano.
Quebrada de Llaca: al fondo se eleva el dique de la Laguna Llaca (que se ubica debajo del mismo), y más allá se yergue el Nevado Ranrapalca (6162 m).
Laguna Llaca. 4474 m.
Aquí nace la Laguna Llaca.
A mis anchas y en completa tranquilidad, regresé a las 4:00 p.m. a conocer el Refugio Llaca: quienes buscan comodidades aquí encontrarán alojamiento, baño, agua, comida, y la reserva debe hacerse con días o semanas de anticipación (en Facebook y en Instagram para más información). Volví a la laguna, y allí mismo levanté vivac: mi noche fue infinitamente más lujosa y prodigiosa, como la infinidad de estrellas que tenía en vista directa, que podía ver a cada momento que quisiera mientras descansaba, ¡o los meteoritos que me cortaban el aliento! ☄️ Al amanecer, las aguas de la Laguna Llaca estaban absolutamente quietas, siendo luego de las 6:30 a.m. que empezó a surgir la miríada de pequeñas ondas que normalmente vemos en la superficie de cualquier laguna. Para variar, tenía que acelerar el paso de regreso, porque mi bus a Lima desde Huaraz partía 2:00 p.m., y debía alcanzar el taxi en el cruce que la carretea a Llaca y la carretera a Cojup. Me voy lleno de dicha. 🤩
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