domingo, 3 de enero de 2016

El cañón y la catarata, en Cotahuasi

De la profundidad del suelo antiguo
De la fatalidad de la roca y el agua
A la erupción de las emociones primarias
A la sensación desnuda
Surge lo repentino e indomable
El estrépito del río de la percepción
Temible
Que fluye, inunda y domina ambos mundos
Los funde
Y allí, indefenso y respetuoso, te encuentras a ti mismo…

Ya es, de una vez por todas, tiempo de canyoning. El Perú comprende un territorio privilegiado en cuanto a cañones, desfiladeros, gargantas, pongos (en la lengua quechua punku significa ‘puerta’ y refiere a los cañones de la selva montañosa, donde los ríos andinos se abren paso hacia la llanura amazónica), boquerones y toda suerte de verticalidades y profundidades geomorfológicas, gracias a estar atravesado por un abrupto y sofisticado cosmos rocoso: la Cordillera de los Andes. Levantada durante el Mesozoico y Cenozoico, es la segunda zona más alta del planeta luego del Himalaya, y está a su vez atravesada, y literalmente agredida, por otro cosmos, fluvial: osados ríos que durante el Neozoico han desafiado, y en puntos específicos han vencido, la fortaleza andina. Los cañones peruanos son especiales ejemplos de tal inquietante geografía.

Para ilustrar sobre la naturaleza salvaje de los andes sureños y sus profundos valles y cañones: un desfiladero entre Apurímac y Cusco.

En el ranking mundial de los cañones más profundos de la Tierra, es entonces de esperar que el Himalaya y los Andes posean los récords, sin embargo el más popular y publicitado históricamente es el archiconocido Cañón del Colorado, Grand Canyon, con 1.5 kilómetros de profundidad, en EEUU, aunque ciertamente no está integrado al sistema de las Montañas Rocosas. En Perú, el Cañón de Cotahuasi, en contraste, está en las entrañas mismas de los andes sureños peruanos, una zona bastante elevada entre Arequipa y Cusco con montañas como Coropuna (6425 m.) y Ausangate (6372 m.), lo que implica profundos valles y aún más profundos cañones, como otros ejemplos los de Colca y Apurímac, que de hecho están entre los cañones más profundos del mundo, no solo duplicando sino casi triplicando la profundidad del Colorado.

Aterrizando en Arequipa casi al anochecer, me recibe el Misti.


En efecto, Colca y Cotahuasi han estado disputándose el primer puesto planetario, aunque en realidad detrás de los cañones del Himalaya. Ocurre que no está claro cómo determinar su exacta profundidad: los cañones del Himalaya resultan obviamente los más profundos en relación a sus montañas aledañas, de alturas entre 7 y 8 km., con lo que tenemos desfiladeros con profundidades de 6 y 7 km. Aunque suene, de hecho, atemorizante, no se trata de una caída directa de semejante distancia desde la montaña más alta hasta el lecho del río, sino que es una profundidad relativamente escalonada en una sucesión de laderas y flancos. Es por ello que a pesar de tales descomunales cifras, no pocas fuentes consideran al Colca y al Cotahuasi como líderes de profundidad, debido a que sus mediciones sí están en función de la ladera o cima más alta directamente sobre el lecho del río.

Empieza el descenso hacia el cañón...

El pueblo de Cotahuasi, capital de la Provincia de La Unión.

Desde Cotahuasi, iniciando la caminata hacia la Catarata de Sipia...

Para variar, en el mismo Perú tampoco están claros los datos de mediciones de ambos cañones: explorado completamente por vez primera por aventureros polacos en 1981, se sabía desde entonces que el Colca tiene 3.2 km. de profundidad, con lo que se supuso el cañón más profundo del mundo (de hecho el doble del Colorado), mientras en años bastante posteriores los 3.5 km. del Cotahuasi lo destronaron. Así Cotahuasi se convirtió en top mundial. Sin embargo, aún más recientemente, en 2005, otra expedición polaca volvió a medir el Colca (¿revancha?) y resultó en 4.16 km. (que según esta nota queda confirmado en 2015), lo que no solo casi triplica al Colorado, sino que lo devuelve al primer puesto.

Internándome en el cañón.

Todo este asunto me resulta interesante porque, para complicar la ambigüedad de los datos, algunas fuentes dan al Cañón de Apurímac ¡4.69 km.! (Mincetur). Por ejemplo, con Google Earth se puede encontrar una profundidad de al menos 4 km., lo cual es como hablar de un gigante escondido paradójicamente a la vista de todos (de hecho el río Apurímac desde la altura entre Cusco y Abancay forma una especie de sistema continuo de desfiladeros y valles encañonados hasta bien internado en la selva, con un espectacular promedio de 3.5 km. de profundidad). Siguiendo con Google Earth, es probable obtener una profundidad mayor para el Colca, como la presentada por la revancha polaca, si se considera como ladera más alta las estribaciones del Nevado Hualca Hualca, de 5.9 km., aunque resultan bastante distantes del río. En tal caso, en el Cañón de Cotahuasi, las estribaciones del Nevado Solimana, con sus 6 km. y significativamente más próximas al río, le darían una profundidad de 4.5 km. en la zona más baja en Ushua. Ahí dejo todas estas discrepancias e inexactitudes.

El Canón de Cotahuasi, mirando hacia el desvío de Charcana.

Lo que sí está bien claro es que los andes del sur peruano son una tierra de cañones, volcanes y punas, a escala pasmosa. Interesantemente, el Cañón de Cotahuasi, también descubierto por aventureros hace unas tres décadas, esconde una salvaje joya, que no encontramos en el Colca: una catarata temible y extrema, y a mi juicio, como ninguna otra. La Catarata de Sipia luce tan inquietante que tenía que verla con mis propios ojos (y descubriré que no solo mis ojos quedarían abrumados), y no está muy lejos del pueblo de Cotahuasi. De hecho, debido a que arribé tarde (7.30 a.m.), y no encontré transporte público, caminé hasta Sipia. Resultó una excelente contingencia andar, durante casi 7 horas, en el fondo de uno de los cañones más profundos del planeta. El premio, además del propio cañón y ver como se angostaba más y más, es una auténtica sorpresa que te saca el corazón del pecho, y hace que el sistema límbico vibre sin control.

El segundo y último cruce del río Cotahuasi, enfurecido, antes de llegar a Sipia.

El Estado Peruano declaró la zona en 2005 “Reserva Paisajística Subcuenca del Cotahuasi”. El Cañón de las Maravillas como le dicen, y que confirmo emocionado, ha sido formado pacientemente por el río Cotahuasi, que en la costa se llamará Ocoña. Es un sitio casi remoto al que llegar, exclusivamente desde Arequipa en buses que solo salen a las 6 p.m., toma 10 a 12 horas, dependiendo de si en la puna hay “helada” (nevada), porque evidentemente la carretera se encontrará intransitable, y además porque de por sí en la parte más alta, en las inmediaciones entre los estratovolcanes nevados Coropuna (6425 m.) y Solimana (6093 m.), no es asfaltada. No importa: salir de Lima y estar en medio de un campo nevado, no tiene precio.

Llegando a la Catarata de Sipia: observar la grieta justo en el centro de la foto, que es donde se precipita el río.

A falta de tiempo, fue buena idea tomar un vuelo a Arequipa, aunque con una fugaz escala en Cusco. Los guardianes arequipeños Misti y Chachani me reciben en el aeropuerto al crepúsculo, pero tengo que apresurarme todo lo que pueda para alcanzar en el terrapuerto el bus a Cotahuasi. Como dije líneas arriba, llegué tarde a Cotahuasi, porque desde aquí el transporte público a los pueblos cercanos desaparece a las 7 a.m. Hay de hecho una diversidad de rutas, sobre todo en cuanto a trekking, y yo me dirijo hacia el suroeste, la zona progresivamente más profunda. La ruta de Sipia, al menos a pie, toma un día, aún siendo lo más cercano al pueblo de Cotahuasi, por lo que por supuesto conviene llegar tempranísimo para poder tomar un vehículo y llegar por ejemplo, más hacia el suroeste, hasta Quechualla, la parte más profunda del cañón (hasta aquí una caminata puede tomar 5 días).

Pared rocosa vertical, inmediatamente luego de Sipia

Al nivel del río, la catarata de Sipia no es visible: la caída se encuentra metida dentro de una profunda grieta de roca desnuda, una especie de embudo en el que el torrente de agua cae repentinamente, y se ve obligado a producir casi un efecto de sifonado, pero apocalíptico e inquietante abrumadoramente, como ni lo imaginaba. La violencia de sus 100 metros de caída es tal, ya que el bravo río se vuelve en un instante un monstruo atrapado y enfurecido que se lanza contra el mundo, que el borde de roca sólida y maciza vibra como si hubiese un eterno sismo, cual a punto de derrumbarse. La alerta automática flight or fight del cerebro se pone en alerta máxima y se dispara fuera de control. Yo al menos sentí mucho miedo allí, tratando de asomarme al borde, con tal extremo cuidado que lo hice sentado y no de pie (lo siento, no fui capaz de pararme) para ver la catarata, con los nervios ahogados en alarma, entre el ruido ensordecedor porque todo es blanca espuma enloquecida, la vibración maldita de la roca, y la visión de la muerte inmediata en caso de caerse. Sí, fue demasiado más de lo que imaginé.





La Catarata de Sipia, vista desde su borde rocoso mismo.

Para mi esto es una experiencia trascendental y de conexión íntima con la naturaleza, por el simple hecho de que me saque las emociones más remotas a flor de piel, mientras disfruto, por llamarlo de alguna manera o más bien debería referirlo como arrebato, tal despliegue de imponencia. Dejar que el entorno, y sobretodo uno como este tan agreste, te haga sentir exquisitamente indefenso, magníficamente minúsculo, agradecidamente rendido, agresivamente respetuoso, y quedar suspendido en este fuego cruzado de sensaciones, es algo que probablemente no todas las personas puedan experimentar. Tuve el privilegio. Gracias Sipia.



La Catarata de Sipia, vista desde el mirador frente a ella. Según mis cálculos en este punto el cañón tiene 2.2 km. de profundidad.





Regresando de Cotahuasi a Arequipa, aún esperan sospresas: nevada a la medianoche que obliga a detener la marcha, y yo extasiado. Despedida alucinante :)


Ruta Arequipa - Cotahuasi.

Ruta Cotahuasi - Sipia.

En Flickr.
En Panoramio.

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