Mis disculpas ante todo. Fue 1999. Aquí es donde mis fotografías físicoquímicas digitalizadas (escaneadas) menos ayudan: el agua es en verdad de unos azules, azules marinos, azulinos y turquesas tan intensos, que no pueden sino acaparar nuestra humilde percepción del color. No sin vergüenza, y fungiendo de promotor turístico de la Laguna Churup, remito al lector a revisar
fotos de mejor calidad. Desde lo remoto, será esta la primera
errancia (respecto a fotos digitalizadas) en Huaraz, el Callejón de Huaylas, y la Cordillera Blanca. Muchas otras fotos físicoquímicas simplemente seguirán en mis anaqueles mnémicos.
Modestamente.
He aquí pues, mi experiencia, más allá de escaneos y calidades gráficas, prolongada a través de repetidos momentos en la línea del tiempo. Disculpas aparte, me jactaré de conocer este sitio del Perú desde mediados de los 80s. Siempre tuve una especie de obsesión, desde que alguna vez escuché de la «Suiza Peruana». Intuyo más bien, que esto es algo sencillamente sin parangón en el planeta. La bibliografía y las imágenes siempre me hablaron de una estética muy propia, sensiblemente diferente de los Alpes. Entre tanto, he visto crecer la ciudad de Huaraz desde un pueblo muy andino, a una ciudad más
limeñizada a fuerza de caudaloso turismo. Siempre será el punto de partida hacia lo que, personalmente considero, es la más espectacular obra de la naturaleza: las montañas nevadas, y por extensión, los sublimes diseños de cualesquiera los estados materiales del agua. Nieve, glaciares, hielo, lagunas, cataratas, cascadas. El desfile de los rampantes nevados hasta donde da la vista, de repente emerge entre las curvas de la carretera mientras se asciende hacia Conococha: siempre he experimentado la misma conmoción cuando llega este momento.
↑ Pucaraju (5322 m.) [zoom] ......................................................................... ↑ Jatunllacsa (5630 m.) [zoom] ....... ↑ Pongos (5688 m.) [zoom] ........ ↑ Raria (5576 m.)
Vista a la altura de Pachacoto. Al pie del Pucaraju yace la Laguna Querococha, camino a Chavín. Hacia la derecha del Raria se encuentra Pastoruri.
Pinchar en [zoom] para mejores detalles.
Antes de caminar a Churup: Laguna Querococha (3980 m.), Chavín de Huántar.
El agua bella de Querococha.
Me toca admirar solo una gema de la plétora de magnificencias que componen este espacio. Sin dudas, una de las más bellas lagunas de la cordillera tropical más alta del mundo. Que por cierto, y como si algo aquí no fuera hermoso, ostenta la perfección de la belleza natural, puesto que alberga a la
Montaña más Bella del Mundo.
Alpamayo,
forever and ever. Y no es suficiente con él, porque las formas piramidales ideales están repetidas (
Artesonraju,
Pirámide Garcilaso,
Tocllaraju,
Chinchey), como para alguien que le cupiese aún duda alguna de la coincidencia, única en el mundo, de lo más excelso y sublime de la estética natural. Pero aún esto tampoco basta, porque la biología no se queda atrás, descubriéndonos la inflorescencia más grande del planeta,
Puya raimondii, o los bosques más altos del mundo, los
queñuales. No es pues ninguna «Suiza» nada, sino, la Cordillera Blanca y punto. Mi intuición resultó acertada. Y es una completa obligación visitar el sitio. Como sobre todo, protegerlo, porque tanta belleza nívea, y la vida que la rodea, no podía sino ser proporcionalmente frágil, en tanto la cercanía al trópico cobra el tributo de la deglaciación, odiosamente inevitable, empujada hacia lo fatal debido al calentamiento global.
La naturaleza jugando con nuestras intuiciones: repitiendo sus diseños orográficos en el mismo sitio.
De izquierda a derecha: Alpamayo (5947 m.), Pirámide Garcilaso (5885 m.), Artesonraju (6025 m.) [estas tres, las más perfectibles, son vecinas], Chinchey (6309 m.), Tocllaraju (6032 m.).
Comprendo los motivos automáticos e inconscientes para la inferencia de diseño, porque resulta irresistible la percepción de que esto ha sido
creado para dejarnos absortos. La secuencia de las joyas de hielo es tan fastuosa, con un centenar de cumbres de las cuales más de una veintena rompen los 6 mil, que esta orografía artística es uno de los destinos mundiales por excelencia. Y es, además, conocida, y codiciada, en círculos especializados como fuente de retos montañistas entre los más extremos y peligrosos. Cayesh, Huandoy Sur, Chacraraju, son nombres que despiertan profundo respeto. Siguiendo al Himalaya, se trata de la segunda zona más elevada de la Tierra (como todos los Andes), y de la manera más caprichosa posible. ¿Más, aún? Esquí en los campos ecuatoriales más altos del planeta, canotaje, interminables rutas de caminata, restos arqueológicos. Es, evidentemente, un poderosísimo imán.
Agujas de respeto y temor. De izquierda a derecha: Chacraraju Sur (6001 m.), Cayesh (5721 m.), Taulliraju (5830 m.).
Quebrada y Nevado Churup.
Tsurup, como en algún afiche lo vi escrito, es una
hermosa laguna, a 4485 m.s.n.m., directamente frente a
Huaraz (
Waraq), al pie del
Nevado Churup (5495 m.), siempre perfectamente visible desde la ciudad. Una caminata de un día te pone en el corazón de azules salvajes y murallas de granodiorita desnuda. Andadura relativamente exigente debido a unas zonas de fuerte pendiente de roca aborregada (pulida, que hay gente que incluso escala con soga), que sin embargo, como he visto, no se logra completar si se ocurre ‘juerguear’ la noche anterior (una idiotez que suelen hacer muchos limeños que visitan Huaraz). Viaje típico Lima – Huaraz. Ruta de caminata Llupa – Churup, de suave pendiente a 3800 m.s.n.m., cuando se levanta soberbia la fortaleza de la Cordillera Blanca.
Aguas extraordinariamente cristalinas a metros de la Laguna Churup.
Ciertamente, entrando en detalles técnicos, la notoria diferencia entre este levantamiento, abrupto, y los flancos que suavemente descienden hacia el río Santa (formando así el
Callejón de Huaylas), es en realidad la manifiesta geomorfología correspondiente a una gigantesca
falla geológica, legado del levantamiento tectónico de la cordillera. La atrevida orografía de los picos, las quebradas, y el enjambre de lagunas, es lo que nos han dejado las glaciaciones cenozoicas. A escala humana, resulta en que los sentidos quedan preñados entre la destellante nieve, el granito labrado y la embestida brutal de las caídas de agua que descienden de las apacibles lagunas. Aunque masas de agua tampoco tan quietas, puesto que, la hermosura de lo abrupto aquí le reserva la peligrosa constante de potencial desborde, y consiguiente destrucción de lo encontrado al paso. La paradójica mezcla de relieves osados y caprichos telúricos, en medio de lo que quedan los blancos nevados y las azules lagunas, deviene en catástrofes históricas, como el terremoto y alud de Yungay
en 1970.
Estoy pues ante una majestuosidad tan absoluta como temible. Y el estrepitoso ascenso hacia el corazón de la cordillera se sucede, descubriéndose por momentos cada vez más enorme el Nevado Churup. Colosales superficies pétreas desafían el tramo final de la caminata, que necesariamente debe ampararse en la tracción a cuatro
patas, a la antigua, para sortear los afloramientos de las lustradas rocas glaciales. No es problema lograr el cometido sin sogas ni otras herramientas, y más bien disfruto del placer de abrazar la desnuda roca, tibia bajo el sol, graciosamente, quedando suspendido por un rato como una araña en su red. La cristalinidad de algunos pequeños estanques de agua es, en verdad, surrealista. El cóctel de verdes, turquesas y azules, que solo en presencia real uno comprobará que no será posible capturar artificialmente, embriaga al cerebro, y es torcida la percepción de cuál es el fondo y dónde comienza la superficie líquida. En un pequeño espacio, en un fugaz momento.
Superado el dique natural de granodiorita, una gigantesca obra de arte se revela. La cordillera se luce con sus dotes artísticas, y solo atino al enmudecimiento. Sin siquiera pensarlo. El cóctel embriagante ya no ocupa un humilde espacio, sino que ahora consiste en una enorme masa de higrógeno y oxígeno reflejando a gusto el cielo. Animistamente pensando, exactamente como si fuese para su propio placer, sin que yo exista. Tan solo soy un mudo testigo. Y no podría ser otra cosa delante de tal grado de sublimación del agua, la roca, la nieve y el cielo. Mis sentidos se rinden incondicionalmente, se entregan sin medidas. Hasta siempre. Hasta la próxima.
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