lunes, 28 de abril de 2014

Tarata, Candarave

Como me ocurre con la mayoría de urbes costeñas, la ciudad de Tacna tampoco me interesa mucho. En cambio, aparte del Misti en Arequipa, los volcanes del meridión peruano siempre me han inquietado. No hay más volcanes que estos en Perú tampoco. Y de hecho, los Andes sureños, más allá de Arequipa, son unos grandes desconocidos. Por allí deambulan, sin embargo, el romano Vulcānus y el griego Hêphaistos. Tienen varias moradas colosales desde las que o bien esperan, aletargados, para en algún momento despertar, o bien son eternos bellos durmientes, mucho más pues que la princesa del cuento.

Tarata, quizás lo más conocido de la enigmática sierra tacneña, próxima al Nevado Barroso, en las últimas porciones de andes peruanos al extremo sur.

Aquellas moradas, mientras tanto, yacen incólumes, esperando al curioso. Iré a echarles un vistazo panorámico. Imprimiré en mi retina estratovolcanes de siluetas dibujadas con delicadeza, por, paradoja natural, violentas y descomunales fuerzas ígneas, que, arremetiendo contra el suelo a una escala salvaje que en la humana cuesta imaginar sin pavor, han forzado el levantamiento de monumentos de ceniza, tan aterrorizantes como hermosos. En estos horizontes de lava y ceniza se yerguen varios conos truncos, engendros magníficos del incestuoso encuentro de la Placa de Nazca debajo de la Sudamericana, lo que es la Cordillera Volcánica, entre Arequipa, Moquegua y Tacna, que a su vez conforma la Zona Volcánica de los Andes, entre el Sur peruano y el Norte chileno.

Contemplando el complejo Yucamani, desde las inmediaciones de Candarave.

Yucamani, o Yucamane, es en realidad un grupo de tres conos volcánicos, del cual el volcán del mismo nombre es el más elevado (5550 m.), el más reciente geológicamente, y el más visible desde el espacio de Candarave, y mucho más allá. Una cómoda caminata hacia el norte del pueblo me coloca en perspectiva panorámica: descubro el Volcán Tutupaca (5815 m.), casi colindando con Moquegua, y el complejo Yucamani. Dirigiendo la vista hacia el sur alcanzo a ver la Cordillera del Barroso, y, ya en territorio chileno, el Volcán Tacora.

Bellos durmientes.

La lamentable ausencia de nieve otorga en compensación un aspecto más volcánico a estas dantescas geometrías piroclásticas. Entre tanto, en la noche pasada en Candarave, salí a dar una vuelta por la medianoche, lo que me reservó la vista de un cielo tan espectacular, con Luna llena, tan inundado de estrellas, y permitiendo por supuesto distinguir las montañas y volcanes bajo esa luz única lunar, que es de las contadas veces en mi humilde existencia que he podido hallar esa belleza sublime, que en realidad escapa a tantos, entre objetos inimaginablemente distantes y monumentos de roca inerte. Jamás olvidaré esa simple caminata por calles absolutamente desoladas, mientras todos duermen, bajo la perfección indescriptible.

El grupo estratovolcánico en cuestión, con sus hermosos conos de izquierda a derecha: Yucamani Chico, Calientes, Yucamani.

Claro que las anécdotas no son todas dulces: cuando pretendo visitar el Valle de los Géiseres en el seno del Yucamani, me topo con que no hay implementación turística, y que solo podría acceder a un transporte privado... Que, escucho bien, me cobra S/. 150 (¡!). O bueno, pretendía cobrarme, porque así, saliendo de mi presupuesto, expulsado con la misma violencia de las bombas desde el cráter, voy a quedarme sin presenciar en vivo la ansiedad volcánica de esta parte de la corteza. Me quedaré sin viaje al pasado remoto, a los días de Vulcānus y Hêphaistos. Es 2001, y estas sublimaciones terrenales, exóticas dentro de un país exótico, son simple y llanamente desconocidas. Espero que esto haya cambiado. Al menos hay indicios de ello.

Papujo (4949 m.) ........................................ Volcán Tutupaca (5815 m.) ............................................................................................................ Volcanes Yucamani Chico, Calientes, y Yucamani (5550 m.)
El techo volcánico de Tacna.

Del mismo modo, por cierto, había un único televisor a colores, o el que vi era uno de uso público, alrededor del que se reunían los pobladores. Es por demás seguro que esto ha cambiado. Pero, volviendo a mi vulcanismo trunco ¿serán los extraviados géiseres la razón para volver? Parece que sobradamente, porque esas intimidades de las entrañas de la tierra, en ese estado precisamente tan agreste, no se ven así no más.

¡Qué crepúsculo volcánico!
Alejándome de Candarave, el Yucamani yergue su excelsa geometría,
envuelto en un alucinante espectro borgoña, carmesí, amaranto, granate, púrpura...
Para que no lo olvide.
No lo haré jamás.




En Flickr.
En Panoramio.

2 comentarios:

  1. Interesante narración, solo decir que cada Volcán tiene su identidad y cada uno es único, no está bien llamarlo "Misti Tacneño", porque el Volcán Yucamani es único y hermoso quizás mas aún que el otro referido volcán, su nombre es único y su paisaje también en la Villa Hermosa de Candarave. Y es Candaraveño y Tacneño con mucho orgullo!

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  2. Nadia que objetar, solo pretendo rendir tributo al espectacular Yucamani ;)

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