Tellus Mater megalomaniaca, omnipotente, absoluta.
Indomablemente extrema. Inevitablemente abrumadora.
Delirantemente colosal. Llanamente aplastante.
Definitivamente pavorosa.
Así es cuando nos exhibe toda su salvaje belleza,
y, en cuanto así se nos revela.
Es la función para la que no puedo sino asistir en primera fila.
Hacia el Nororiente del Perú. Hacia El Bosque de las Cataras.
El Bosque de las Cataratas, así es como han bautizado esta región de la provincia de Bongará, departamento de Amazonas, en el nororiente del Perú, para buscar conservarla. Aquí, el río Utcubamba ha horadado un cañón sobre una antigua planicie mesozoica, como es el típico aspecto geomorfológico de los grandes desfiladeros, con la firma personal de que sus laderas verticales, especialmente las orientales, sirven de trampolines para una sucesión de ríos menores tributarios que, de una manera que pocas veces se observa, y solo en el contexto de la competencia internacional de cataratas, se lanzan en salvajes picados de 500, 700, y hasta casi 900 metros de altura. Descomunales, apabullantes embestidas contra la alianza de la roca y la selva. Una danza mortal del agua. Y es aun época de lluvia, el heraldo de que me dirijo hacia una cuasi-hecatombe fluvial.
Yumbilla, como vista cerca a Porvenir.
Habiendo atestiguado, durante la crecida de los ríos, lo descomunal que llega a ser una catarata de 55 metros de caída en Junín, inmediatamente tengo la compulsión de experimentar lo apocalíptico de que a la geología, siniestrada por la hidrografía del modo más violento sin presagiarse, se les haya dado la gana de multiplicar cinco o catorce veces tales tallas. Imagínese el pasmoso resultado, por supuesto, a escala planetaria. Extremo. Mírese pues semejante forma en que se nos recuerda lo insignificante que somos. Y en la digna resignación, lo responsable que debemos ser para con estos rincones de la Tierra. El abrazo de la inquietud es tan fuerte que, sencillamente, la imaginación me revela lo pequeña que es. Y de hecho, el espectáculo dantesco y brutal que presenciaré, no será sino la demostración de la imaginación reducida al absurdo.
Paso sin emocionarme mucho por Chimbote, Trujjillo y Chiclayo, y no porque no tengan encantos, pero desde mi ventana no veo sino más de lo que quiero olvidar: ciudad. En Chiclayo me embarco para Pedro Ruiz Gallo, en Amazonas, para lo que hay que atravesar parte de la Piura andina, y Cajamarca cambiando de sierra a selva. Se acrecienta mi inquietud, por el hecho de transitar durante horas por el litoral desértico de Lima, Ancash, La Libertad y Lambayeque, para por fin ver los Andes meridionales, sometidos al trópico y a la voluptuosidad vegetal de la selva. Un breve roce con el río Marañón es lo más cercano al Amazonas, ya no el departamento sino el río. Mientras tanto por el Utcubamba, la historia geológica aquí ha legado un retrato de pendientes rocosas jurásicas y cretácicas desafiando la marea verde. El entorno se revela confrontante ahora, además de inquietante.
Los Andes meridionales invadidos de trópico. Llegando al Abra Porculla, Piura (2137 m.s.n.m.).
Antes de venir busqué lo que pudiese sobre Pedro Ruiz en la web, pero no hay mucho. Mi itinerario es como sigue: desde aquí como estadía alcanzaré mediante los senderos que parten de Cuispes las cataratas de Yumbilla, Pabellón, y La Chinata. Sobre Cuispes, un poblado mucho menor, en cambio hay más información, gracias a que allí hay un buen alojamiento, que, tuve la impresión desde la web, parece guardar todos los accesos a las cataratas. Lo comento porque, una vez en Pedro Ruiz, y por cierto con rezagos de lluvia que amenaza mis incursiones, trabo conversación con la agradable y culta Sra. Marina, administradora del alojamiento Amazonense (con seguridad el mejor y donde pernoctaré) quien me informa de una ruta alternativa, nueva, hacia Yumbilla, desde Porvenir. Me convence. Y no solo eso, sino que busca también convencerme de visitar Gocta, la catarata insignia del turismo aquí. Será parte de una dimensión paralela sin revelar, el motivo por el que busco conocer otras cataratas, y no precisamente Gocta... ya veremos que la historia cambiará.
Pedro Ruiz: Av. Marginal y el Amazonense.
En cambio un motivo racional para esta bitácora, y que conduce a una polémica creo que aún no formalizada, es que la Catarata Yumbilla es más alta que Gocta. Pero ampliamente desconocida. Sí, y la diferencia resulta ser hasta dramática, en dos sentidos: por la diferencia métrica y porque en la zona hay ya un dogma establecido. Yumbilla es un gigante de gigantes extraviado, no solo entre los árboles, sino en el inadecuado manejo de información actualizada. Como dije, Gocta es el emblema turístico no solo de Amazonas (junto con Kuélap, por ejemplo), sino también del Perú. Y jamás se podría poner a juicio la arrebatadora belleza no solo de ésta, sino de ninguna de las otras cataratas cercanas, porque la experiencia de éxtasis no cambia; sin embargo, se ha presentado lo que desde mi punto de vista es un necesario cambio de lo dicho y lo promocionado. Para esta discusión estoy considerando la World Waterfall Database como una fuente fiable de información.
Damas y caballeros...
La historia: en 2006 una exploración alemana descubre los 771 m. de Gocta, lo que se da a conocer públicamente. El gobierno peruano inmediatamente anuncia la implementación de infraestructura turística. Yo no tengo conocimiento exacto de cómo es que se promociona así posicionada en el 3er puesto mundial, pero según la entrada para Gocta en Wikipedia, en inglés (para variar en español hay menos información), esto resultó de basarse en «información obsoleta e incompleta obtenida de la National Geographic Society», mientras que los comentarios de Ziemendorff (el líder de la expedición alemana) «han sido desde entonces muy discutidos». Pero así fue desde esa fecha y así reza en todo folleto y web turística. Así que sospecho de una falta de profundidad de investigación y un apresurado (mal) manejo de la información, por parte de las autoridades del turismo (de hecho, véase la ficha respectiva del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo).
¡Yumbilla! Etapas superior e inferior, es decir, 896 m. de caída.
Entre tanto, la propia Wikipedia presenta información confusa. Por ejemplo la entrada para ‘Gocta’ «un pequeño poblado peruano», del que en realidad ni los lugareños tienen conocimiento, dice «La Chorrera, la tercera cascada más alta del mundo»; mientras su entrada para ‘La chorrera de Gocta’ dice que:
«la altura total de la catarata es de 771 m, lo que la ubica en el lugar n.º 15 en la lista mundial de cascadas, estando las cataratas las Tres Hermanas (914 m, en Junín) en tercer lugar, y la catarata Yumbilla (896 m, en Amazonas), en quinto lugar».Véase también en wikisumaqperu. (Nótese ante todo que Tres Hermanas, aún más alta, es peor conocida, y además inaccesible.) La mayoría de cataratas son caídas de agua que presentan varios ‘golpes’, ‘saltos’ o ‘etapas’. Una estructura escalonada puede ser común (aunque el Salto del Ángel de Venezuela consiste en un solo salto), por la que se precipita verticalmente en cada peldaño un curso fluvial. Así p.ej. Gocta muestra 2 bien definidos golpes y Yumbilla 4 o 5 (véase la foto de abajo, tomada de viajeros.com). Son pues las sumas finales de todas las caídas lo que se considera la altura total de la catarata, aunque hay listas que consideran solo las caídas únicas.
El ranking de la World Waterfall Database, la fuente más confiable.
Vista panorámica de Yumbilla, mostrando sus 4 o 5 etapas (tomada de viajeros.com).
Volviendo a la historia, ocurrió interesantemente que a finales de 2007 el Instituto Geográfico Nacional descubrió los 895.4 m. de caída de Yumbilla. 125 m. más que Gocta. No deja de sorprender que en este territorio llamado Perú se descubran records mundiales, para luego tener que cambiar las posiciones por nuevos descubrimientos aquí mismo, tal como con en el caso Colca/Cotahuasi, en cuanto a los cañones más profundos del planeta. Paradójicamente, también sorprende cómo es que aquello fue ignorado, y así permanece, a pesar de que p.ej. wondermondo.com afirma que se dio a conocer en la prensa nacional. Por mi propia experiencia de contacto con lugareños, hay una aparente rivalidad entre las administraciones distritales de Cuispes y Valera, que poseen a Yumbilla y Gocta, respectivamente. Estoy a favor de una correcta información turística (asunto que no afectaría el turismo en Gocta y más bien lo potenciaría en Yumbilla), a la vez de una integración de estos gigantes cercanos en una sola región protegida.
La ruta en cuestión desde Porvenir hacia la base de Yumbilla.
Sentado pues que estaré frente a la 5ta catarata más alta del planeta, vuelvo a mi visita. Voy, como convencido, a Porvenir (en mototaxi), y tomo el sendero de caminata. Sin guía, que ya desde aquí se divisa al quinto coloso. El barro está tan fresco como si aún lloviera, pero espero que hoy el cielo, aunque todo nubes, no me bañe. Voy por encima del Yumbillayacu, invisible, cuyo rugir me hace saber que anda por ahí. Estoy en la frontera de los Andes y el bosque amazónico. Hay amplias zonas donde no hay un solo árbol, especialmente en las alturas de las colinas, mientras las partes bajas de sus vertientes son maceteros gigantes de árboles. Pronto estoy inmerso en el océano arbóreo. Primer cruce de río: puente (de madera). Segundo cruce de río (afluente): sin puente, pero sin mayor riesgo. Unos objetos rojos saltan en las copas de los árboles: ¡gallitos de las rocas! Bandadas de loros irrumpen la quietud con su bullicio, yendo y viniendo alborotados. Y en algún momento se me presenta el quinto coloso: solo deja ver sus primera y última etapas. Se hace evidente el pronunciado escalonamiento de la catarata, lo que, para reto de explorador, dificulta el acceso completo.
Primer y único puente.
Tercer cruce de río (no estoy seguro si un nuevo afluente): sin puente, con potencial riesgo. Es marzo y el caudal de los ríos, aun así hoy no lloviese, ya creció hasta su punto crítico. Me detengo, me río, y lo pienso. Bueno, hasta la mitad hay dos troncos paralelos, dejados a modo de puente, pero en un sentido muy, muy metafórico. Caerse aquí será, como mínimo arriesgado, lo peor, que ya no lo contaría, será tener una mala caída (en realidad así no hay modo de tener una buena caída). Luego me enteraré de la historia de un campesino que se cayó de un puente y murió, seguramente por el impacto en las rocas. Sin necesidad de saberlo, el Sistema Límbico me advierte, y juega a paralizarme. Lo vuelvo a pensar: de pie por supuesto que no, los troncos no tienen tanto diámetro y rotarían bajo mis pisadas. Tal vez gateando. ¿Tal vez? Definitivamente no me gusta la idea, tengo miedo, pero creo que me preocupa más no llegar a la catarata. Metros atrás dejé un desvío, que no me inspira confianza porque parece alejarse a otro destino. Pasan los minutos. Decido tomar ese desvío, y no intentar suicidarme.
El quinto coloso se deja ver.
Quise pensar que ese sendero hacía un rodeo por una ladera rocosa. En la marea vegetal que me rodea bucear a dos patas, va en sentido literal: esta ruta no es muy usada y hay invasión de plantas, debo andar braceando para ir despejando el paso, y no hubiera sido mala idea traer un machete. Significa además que el terreno circundante en realidad no es visible muchas veces. Los árboles en verdad impiden ver cómo puede estar el camino metros adelante. Y otra cosa: no hay calzado que garantice no resbalarse al pisar las piedras lizas, porque en esta época todo está húmedo, y además, colonizado por algas y musgos, lo que le da una propiedad casi viscosa a la superficie de las rocas del sendero. Ahora póngase todo esto en sentido casi vertical, que era en lo que se convirtió mi sendero salvador. Una peligrosa escalera de piedra en fuerte pendiente, que tampoco me interesaba trepar. No podía saber que así sería porque, como explico, simplemente no se ve. Así que vuelvo al borde del río. Y vuelvo a pensarlo. Y me río nuevamente, porque decido, no cruzarlo, sino, volver al sendero de la muerte.
Etapa inferior. Espectacular cornisa de roca desde la que se precipita el torrente.
Ahora quise pensar que no solo hacía un supuesto rodeo, sino que arriba me encontraría con el sendero que viene desde Cuispes. Como fuese, no me agradaba tener de regresar por esta ladera de roca húmeda. Craso error. Tuve que hacerlo puesto que, el desvío simplemente no sabía a donde me llevaba, hace rato ya que había perdido de vista y de oído la catarata, y el camino empeoraba de tal modo, invadido de plantas, que se hacía intransitable. Llegué a un punto donde ya no sabía si había camino, todo eran plantas. Caí en cuenta de que perdía el tiempo, y que este no era ningún rodeo a Yumbilla. Aquí los caminos son rudos, y no hay recursos ni tiempos como para hacer caminos que hagan rodeos: la ausencia de ese puente no significaba que ahí acababa el camino, sino que yo era quien estaba en la época incorrecta, tratando de cruzar lo que en época seca está en su tercera parte de caudal, un riachuelo inofensivo. Ya un tanto harto de perder cualquier gramo de caloría innecesariamente, puesto que me espera mucho más, regreso, miro los troncos sobre el río, y me lanzo sobre ellos a gatear. La otra mitad del río, «a cuatro patas» sobre las piedras, con mucho, mucho cuidado... ffiiuuu desde la otra orilla, ahora pareció fácil :s Un cóctel de dopamina y adrenalina, para brindar por los riesgos.
Sobre el río... pensándolo varias veces :s
El camino se pone peor, pero es del todo reconocible. Y un estruendo maravilloso me confirma que era el camino correcto, y que estoy cerca. Sí, claro. Salvo que, había un pequeño e insignificante último cruce de río, y este viene de la catarata. Ahora sí tengo un problema: no troncos, no sogas, no piedras accesibles. Fin del camino. Y metros más adelante, 20 o 30, finalmente, impacta el quinto. Me acaricia su brisa fría, y su rocío es ligero, como puedo distinguir claramente la cornisa de roca blanquecina desde la que se lanza, pero no puedo avanzar más. Quizás con botas, no lo sé. Los rápidos se ven truculentos y sobretodo, violentos. Las distancias entre las probables rocas donde poner el pie lucen preocupantemente amplias. Se me vino todo junto al cerebro sobre la falta de promoción turística y el estado silvestre de Yumbilla. No maldije a nadie por no haber construido un puente. Es el estado salvaje del quinto coloso. Así debe ser. Lo hace más excitante que otras cataratas, sin mencionar sus dimensiones. Esta época de caudal máximo me exhibe al gigante en toda su furia, pero a cambio, su discurrir fluvial, igualmente furioso, impide acercarse.
Imposible :(
Pospongo, por supuesto, el almuerzo (de enlatados, más deliciosos juanes comprados a una amable señora en la via principal de Pedro Ruiz ¡a 1 sol!), que estaba reservando para la compañía del gigante. Mientras, algunas reflexiones al ser expuesto a la megalomanía natural. La selva alta lluviosa, enconadamente abrupta como en el cañón del río Uctubamba, o el del Cutivireni allá en Junín donde engendra al tercer coloso Tres Hermanas, ofrece, en contraste con otra geomorfología como los Andes, la característica de poseer cataratas de alturas descomunales, y de ahí sus récords. Lo atestiguo, embadurnado con la tierra del gigante temible pero de «corazón enamorado» (una curiosa forma que aparentan los velos de la caída superior, mejor reconocible en época seca). Vuelvo relampagueante a Pedro Ruiz, porque para mi suerte una camioneta aceptó un aventón, caso contrario hubiera tenido que esperar no sé cuánto hasta que aparezca un mototaxi. Es alrededor de la 1 p.m. Ipso facto me traslado a San Carlos (nuevamente, no Cuispes), para encontrarme con la, también gigante, «doncella de Amazonas»... en la siguiente entrada.
La cornisa en detalle... ¡hasta luego!
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