Belleza y terror...
Turquesas y sismos...
Aguas mágicas, nieves fulgurantes y desastres fulminantes.
Amour turquoise...
Clásico del turismo peruano. Postal representativa de nuestros Andes. Carta de presentación del Callejón de Huaylas y el Parque Nacional Huascarán. Sí, y sobre todo, una helada orgía de turquesas, turmalinas, jades, aguamarinas, cianes, celestes… A escondidas del Huascarán y el Huandoy, desde su encierro pétreo colosal entre ambos centinelas gigantes de hielo. Vuelvo por aquí. Típicamente, visito la Laguna Chinancocha (3838 m.s.n.m.), laguna hembra, la primera de dos lagunas (la segunda es Orconcocha, laguna macho) que componen Llanganuco. Wiki Sumaq Perú relata la conmovedora leyenda de Huáscar y Huandy, la historia de amor truncado por un dramático final, el origen mágico-religioso de las lagunas y las montañas nevadas que las resguardan. ¿Pero qué hay de mi introducción antitética a este rincón precioso de la Cordillera Blanca? Es la realidad cruenta que se esconde entre las rocas y el hielo de esta belleza pasmosa: aquí perecieron 15 montañistas checos, como resultado de las avalanchas que descendieron de la cumbre del Huascarán Norte, en el terremoto/aluvión de 1970. Ello, tristemente, es solo una fracción minúscula de la hecatombe que se cernió, sin posibilidad de presagio alguno, sobre toda una población entera.
La leyenda: sobre las lágrimas de Huandy, ella misma contempla, incólume, su propio llanto. Interpretación geográfica: sobre el lado norte de Chinancocha, se deja ver la cara Sur del Nevado Huandoy Sur (6160 m.).
Iluminado, con una flor, para ti Huandy...
Esta cumbre sur del grupo Huandoy, con su temible pared vertical de granito de 700 m. de altura, claramente visible, ha sido conquistada solo un par de veces.
El primer osado, el alpinista francés René Desmaison (1930 - 2007... Me entero, recién al preparar este relato, que el héroe del hielo se fue con Huandy),
documentó la hazaña con una película, y un libro Los Andes Vertiginosos,
del que poseo un ejemplar (lo que pedí como regalo de cumpleaños cuando tenía 13 años).
Mi ejemplar.
De los desastres naturales, mundialmente históricos, probablemente uno de los más dramáticos fue la desaparición de una ciudad completa, Yungay, en ese fatídico sismo del 70. Y no por causa del terremoto en sí mismo, sino por el siniestro castigo de Huáscar (el Nevado Huascarán y sus dos cumbres Norte [6664 m.] y Sur [6768 m.]), que como reza la leyenda inca, juró vengarse del pueblo que lo separó de su amada. Y así fue. Y así lo hizo. Sin la menor piedad, asegurándose de una destrucción total, un literal borrado del mapa del pueblo, en cuestión de pocos minutos (¡tan solo 3!), luego del terremoto. Lamentablemente, la infinita belleza nevada es a su vez un descomunal destructor. Realmente cuesta imaginar que las colosales cantidades, en toneladas, de hielo, roca y barro, que se desprendieron del nevado, como producto de su propia extrema velocidad y presión, crearon un colchón de aire sobre el cual, prácticamente, el aluvión «voló» sobre la quebrada que desciende de Llanganuco hacia el río Santa. Todo esto significó el efecto dantesco de que una parte del aluvión «saltara» sobre Yungay, por sobre la colina que la protegía. La ciudad tenía una hermosa vista directa hacia el techo del Perú, pero ya no más. Debajo de mis pies, en un terreno baldío que se ha vuelto casi un jardín, yacen petrificados veintemil cadáveres.
Hoy convertido en parque-jardín lo que otrora fue un terreno baldío. Toda una ciudad y sus pobladores, petrificados para la eternidad, yace a mis pies: Camposanto de Yungay, y las cuatro palmeras de la antigua Plaza de Armas.
Gaia, Tellus Mater, Madre Naturaleza, Pachamama... Como querramos nombrarla, siempre en fémino género (con el perdón de las feministas), es tan hermosa como peligrosa. Es el drama de la existencia humana. Las metáforas del lenguaje son hechizantes, pero no nos dejemos embaucar por ellas: no hay en realidad una «señora» tratando de seducirnos para luego asesinarnos, sino que son los mecanismos ciegos de las leyes naturales. Este es un ejemplo, paradójicamente, magnífico. Mientras tanto, la moderna ciudad de Nueva Yungay, reubicada, está mucho mejor protegida tras una elevada colina, y que, si bien hoy carece del encanto pretérito con ese Huascarán que era visible a todo lo ancho de sus dos enormes cumbres, prefiere en cambio trascender en el tiempo con su gente viva, y no más enterrada bajo toneladas de aluvión cordillerano. Porque, la furia de Huáscar, de acuerdo con la profecía mágico-religiosa de la leyenda, estaría saciada, pero científicamente sabemos que los sismos y los aluviones se repetirán, y nosotros siempre seremos presa, en primer término, de la imposibilidad de presagio. Ser presa, en segundo término y fatal, de la furia misma de Pachamama, ya será un asunto de previsión y toma de consciencia, como los yungainos nos enseñan.
Fuego en el cielo. Heraldo inflamado. Contemplando congelado en el tiempo y el espacio, pienso que Huáscar no ha quedado satisfecho... pero algún día oh gran señor, cuando la depredación humana, cual catalizador inesperado de la profecía, quite las nieves que los cubren por ahora a Ud. y a su amada Huandy, Uds. amor eterno, como decreta la leyenda, serán libres para por fin unirse...
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